sábado, 16 de marzo de 2024

VIACRUCIS

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EUCARISTÍA V DOMINGO DE CUARESMA

EUCARISTÍA V DOMINGO CUARESMA SAN NICOLÁS

AGENDA 18 AL 24 MARZO

 



Oración con el evangelio de este fin de semana.







Hay semillas enterradas que con el tiempo han dado fruto, Señor. Hay semillas enterradas que no termino de ver el fruto; es más que tengo la impresión de que nunca lo darán. La sensación de fracaso y de tiempo perdido de vez en cuando me asaltan, Señor. El secreto de la vida se me escapa y el sentido de las cosas no lo termino de captar. Si no creyera en Ti y en la vida eterna sería en ocasiones insoportable vivir, luchar, sembrar, esperar y no ver resultados. Cuando entro en la intimidad dolida de personas, me confiesan lo mismo, Señor. Sobre todo, padres y madres de familia que viven con sensación de cierto fracaso.

 Entiendo tu agitación Señor en el evangelio: el paso que vas a dar es muy duro y siempre asalta la duda de si no se podrían hacer las cosas de otra forma. Sufriendo y esperando aprendiste a confiar. Y en la confianza más absoluta seguiste entregando la vida hasta el final. Pero a mí me fallan las fuerzas, Señor, se me nubla el horizonte y hasta quiero escapar. 

Este recorrido a nado que es la vida supone coraje e ilusión. La sensación de ahogo me asalta y quiero encontrar un salvavidas para poder descansar.

 Tú supiste oír la voz del cielo como consuelo, Señor, porque educaste tu oído a estar atento a esa voz. Y, además, sabes que, aunque en ocasiones haya silencio, nunca se apaga esa voz.

 Hoy me toca a mí la lucha, la duda y la vacilación. Hoy me toca ir muriendo, que es parte de la vida, que no tiene sentido sino como donación. Pero quiero que me ayudes y que me consueles, Señor. No quiero que el cansancio vaya disminuyendo mi ilusión, y que busque vanos consuelos que al final me dejen peor. 

Eres el grano de trigo que al final floreció, aunque algunos creían que tu muerte era tu adiós.

 No me dejes de la mano en esta lucha interior, hazme fuerte, recio y confiado, hasta el final, mi Señor.

viernes, 15 de marzo de 2024

QUEREMOS VER A JESÚS


 

Cuando nos interesa algo, lo buscamos con ahínco y con ansiedad. Cuando alguien nos da una muestra publicitaria de un perfume de una marca no conocida, y nos gusta y nos interesa comprarla, enseguida preguntamos donde podemos conseguirla o dónde la venden. Incluso podemos llegar a ponerlo en internet y rápidamente aparecen las tiendas donde podemos conseguirlo. Eso nos suele pasar en Navidad con algún número de lotería que nos entra por los ojos y no paramos hasta conseguirlo. Cuando algo nos interesa de verdad no nos importa el tiempo que tardamos o el trabajo que nos lleve, y pagamos con gusto el precio, porque de verdad queremos encontrarlo.

¡Quien no ha querido encontrarse con Jesús en algún momento de su vida. Cuando en algún juego sale la pregunta ¿con qué personaje histórico te gustaría cenar, por ejemplo?, siempre respondo lo mismo: Jesús. Quizás podemos preguntarnos con la imagen de Jesús: ¿quién ha tenido una vida más comprometida?, ¿Quién ha amado hasta el extremo?’¿Quién ha sentido y perdonado tanto?, ¿Quién ha cambiado tanto la historia de la humanidad?.

¿Qué le preguntaríamos, ¿qué le pediríamos?. Ojo que Jesús no es el mago de la lámpara que nos concede tres deseos. Puede que nunca sabremos si esos griegos llegaron a conocer a Jesús. Pero lo cierto es que Jesús está en la cumbre, en lo máximo de la popularidad. Por eso, dentro de nada, entrará en Jesrusalén entre ramas de olivos. Es posiblemente el profeta más famoso, aquel del que todo el mundo habla.

El signo por excelencia del cristianismo es la cruz, el instrumento de tortura y muerte que los romanos aplicaban a los traidores, sediciosos y malditos. La exposición en una cruz era un hecho vergonzoso e ignominioso en el que el reo era mostrado desnudo, en total indefensión. Al principio la cruz no era la señal identificadora de los cristianos, sino el pez, pero poco a poco la cruz pasó a ser el signo de nuestra salvación.

El amor es siempre una acción arriesgada, incierta y esforzada... que requiere tiempo: ser como él, amor entregado por todos. No es fácil de entender. Es más, al mismo Jesús le costó, no esquivó la cruz y llegó con su entrega hasta el final. Pero... ¿era necesaria la cruz?, la cruz es la cima del amor. Dios, por nosotros, llega hasta donde haga falta.

Pocas frases tan provocativas como las que escuchamos hoy en el evangelio: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto». El pensamiento de Jesús es claro. No se puede engendrar vida sin dar la propia. No se puede hacer vivir a los demás si uno no está dispuesto a «desvivirse» por los otros. La vida es fruto del amor, y brota en la medida en que sabemos entregarnos.

En el cristianismo no se ha distinguido siempre con claridad el sufrimiento que está en nuestras manos suprimir y el sufrimiento que no podemos eliminar. Hay un sufrimiento inevitable, reflejo de nuestra condición creatural, y que nos descubre la distancia que todavía existe entre lo que somos y lo que estamos llamados a ser. Pero hay también un sufrimiento que es fruto de nuestros egoísmos e injusticias. Un sufrimiento con el que las personas nos herimos mutuamente.

Es natural que nos apartemos del dolor, que busquemos evitarlo siempre que sea posible, que luchemos por suprimirlo de nosotros. Pero precisamente por eso hay un sufrimiento que es necesario asumir en la vida: el sufrimiento aceptado como precio de nuestro esfuerzo por hacerlo desaparecer de entre los hombres. 

Es claro que en la vida podríamos evitarnos muchos sufrimientos, amarguras y sinsabores. Bastaría con cerrar los ojos ante los sufrimientos ajenos y encerrarnos en la búsqueda egoísta de nuestra dicha. Pero siempre sería a un precio demasiado elevado: dejando sencillamente de amar.

Cuando uno ama y vive intensamente la vida, no puede vivir indiferente al sufrimiento grande o pequeño de las gentes. El que ama se hace vulnerable. Amar a los otros incluye sufrimiento, «compasión», solidaridad en el dolor. «No existe ningún sufrimiento que nos pueda ser ajeno» (K. Simonow). Esta solidaridad dolorosa hace surgir salvación y liberación para el ser humano. Es lo que descubrimos en el Crucificado: salva quien comparte el dolor y se solidariza con el que sufre.

 

 

Hasta la próxima

Paco Mira

LECTURAS DEL PRÓXIMO DOMINGO 5º DE CUARESMA - CICLO B

 

LECTURAS DEL PRÓXIMO DOMINGO 5º DE CUARESMA - CICLO B

Primera lectura

Lectura del profeta Jeremías (31,31-34):

 Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la alianza que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: ellos quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor –oráculo del Señor–. Sino que así será la alianza que haré con ellos, después de aquellos días –oráculo del Señor–: Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: "Reconoce al Señor." Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande –oráculo del Señor–, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados.

 Palabra de Dios



Salmo

Sal 50

 

R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro

 

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

por tu inmensa compasión borra mi culpa;

lava del todo mi delito,

limpia mi pecado. R/.

 

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,

renuévame por dentro con espíritu firme;

no me arrojes lejos de tu rostro,

no me quites tu santo espíritu. R/.

 

Devuélveme la alegría de tu salvación,

afiánzame con espíritu generoso:

enseñaré a los malvados tus caminos,

los pecadores volverán a ti. R/.


Segunda lectura                                   

Lectura de la carta a los Hebreos (5,7-9):

 Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando es su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

 Palabra de Dios

                                                       

Evangelio del domingo

Lectura del santo evangelio según san Juan (12,20-33):

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, quisiéramos ver a Jesús.»

Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.

Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este. mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.»

Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.»

La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.

Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.»

Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

 Palabra del Señor

                                                                

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